Hay personas que se resisten al cambio, unas por miedo a lo desconocido, otras porque aun estando fuera del poder están dentro del sistema.

Por otro lado, están quienes dan el paso al frente en el camino de las transformaciones, y con sus acciones escriben la historia.

Decía José Martí, que tan criminal es quien promueve una lucha que se puede evitar, como quien renuncia a promover una lucha inevitable.

El Partido de la Liberación Dominicana se ha aferrado al poder mediante el fraude y el uso de dinero proveniente de la corrupción. Ha hecho del Estado, de la Constitución y leyes instrumentos de enriquecimiento e impunidad.

Este gobierno quebranta la escala de valores morales, y nos niega los servicios fundamentales. Está conduciendo a nuestro país al más profundo de los abismos económicos; hipotecando nuestra soberanía, para financiar las estructuras de corrupción con las cuales se mantiene en el poder.

Hoy, que lo evidente se ha hecho más evidente, ¿esperamos que se juzguen y condenen ellos mismos? Todo lo contrario, buscarán mantenerse en el poder, única garantía de su impunidad, o negociar un “cambio conveniente”.

Con el dinero corrupto han monopolizado el poder, con ese poder han secuestrado las instituciones, y con esas instituciones se han forrado de impunidad. Hay que salir de la lógica que ellos han impuesto, si queremos un cambio real.

En 1996, no tocaban elecciones, pero las hubo, y ganó el PLD. Hablar de elecciones anticipadas no debe extrañar a esos que hoy detentan el poder.

Dar tiempo a que las perversas estructuras se reorganicen, es un error de naturaleza casi criminal; es mantener atado a nuestro pueblo a un régimen de inseguridad ciudadana, falta de salud, desempleo, pobreza, endeudamiento, etc. Cada día que sigan gobernando, nuestro pueblo lo pagará con sangre.

Queremos un cambio real, y para eso se requiere un cambio de actores y de reglas. No podemos pretender llegar a un lugar diferente tomando siempre el mismo camino.

La democracia implica un control permanente de la legitimidad. La voluntad popular no debe estar condicionada a la Constitución; la Constitución es la que debe subordinarse a la voluntad popular.

No es revertir el orden constitucional, es adaptar la Constitución a las actuales circunstancias. Similar a lo que pasó en 1996.

Estamos ante una hermosa oportunidad de fortalecer la democracia. Nos hemos acostumbrado tanto a que los políticos hagan lo que quieran con nosotros, que nos asustamos ante la posibilidad de que el pueblo escriba su propia historia.

Nos han acostumbrado a obedecer ciegamente a las “autoridades”, aunque sean ilegítimas e inmorales. Nos han inculcado que el pueblo es quien debe respetar los gobernantes, y no que estos deben respetar al pueblo. Así como el Congreso modificó la Constitución por dinero sucio, se puede modificar por el supremo interés de poner fin a la corrupción y la impunidad, y salvar la así la institucionalidad de un colapso inminente.

No es verdad que estemos ante un “golpe de Estado blando”, estamos ante una dictadura constitucional basada en el secuestro de las instituciones, el clientelismo y la corrupción.

“Más Quisqueya la indómita y brava, siempre altiva su frente alzará, que si fuere mil veces esclava, otras tantas ser libre sabrá”. Viva la República Dominicana.

Por Claudio Caamaño Vélez
@claudiocaamano

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