Por: José Alberto Selmo
Para cualquier visitante que llega a la República Dominicana a través del Aeropuerto Internacional de Las Américas, el primer contacto con el país es un escenario desolador. La entrada a Santo Domingo, específicamente el tramo que atraviesa la provincia de Santo Domingo Este, parece haber sido olvidado por las autoridades municipales y estatales. Oscuridad, abandono y una falta alarmante de belleza caracterizan una vía que debería ser una carta de presentación digna para la nación.
En lugar de recibir a los visitantes con una infraestructura cuidada y una imagen moderna, la realidad es un paisaje desordenado con calles deterioradas, maleza crecida, basura acumulada y una iluminación prácticamente inexistente. De noche, la sensación de inseguridad se multiplica, pues los tramos sin luz convierten la entrada en un lugar lúgubre y peligroso.
Todo esto sin mencionar la ausencia de señalización clara y un ordenamiento urbano que guíe de manera eficiente a quienes transitan la zona por primera vez.
Lo más preocupante es que esta situación no es nueva ni desconocida. Año tras año, las quejas de ciudadanos y turistas se acumulan sin que se tomen acciones concretas para transformar el área en un espacio representativo y acogedor.
Santo Domingo Este no solo sirve de paso obligatorio hacia la capital, sino que también es hogar de miles de dominicanos que merecen vivir en un entorno digno y funcional.
En otros países con una visión clara del turismo y la identidad nacional, las entradas a las ciudades capitales están diseñadas para reflejar modernidad y organización.
Sin embargo, en República Dominicana, el principal acceso a la ciudad más importante del país da la impresión de que una bomba ha estallado en la zona, dejando un rastro de caos y abandono.
Es inaceptable que una de las principales puertas de entrada al país continúe en estas condiciones. Las autoridades de Santo Domingo Este deben asumir su responsabilidad y desarrollar un plan integral de embellecimiento, iluminación y mantenimiento constante de la infraestructura. De lo contrario, el mensaje que seguirá enviando la nación a sus visitantes es que el progreso y la organización son meras ilusiones, visibles solo en las postales turísticas y no en la realidad de su territorio urbano.
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