Por primera vez se demuestra que un mamífero es capaz de identificar a otros miembros del grupo mediante el sentido del gusto, que estos cetáceos además son capaces de conectar con las vocalizaciones personales de cada individuo


Los humanos siempre se habían considerado más inteligentes que los delfines, porque mientras ellos habían inventado “la rueda, Nueva York, las guerras y cosas así”, los otros se limitaban a juguetear en el agua, explica Douglas Adams en su Guía del autoestopista galáctico. “A la inversa, los delfines siempre habían creído que eran mucho más inteligentes que el hombre, precisamente por las mismas razones”, añade Adams. 

Además, como se conoció recientemente, las hembras de delfín cuentan con clítoris tan placentero como el de las mujeres. Y ahora se añade un nuevo motivo de orgullo para los mamíferos marinos, capaces como son de reconocer por el gusto a sus amigos y familiares, una característica que todavía no se ha descrito en humanos. Afortunadamente, dirán algunos, ya que los delfines reconocen a sus seres cercanos al paladear sus orines en el agua.

Un equipo de investigadores publica un estudio en Science Advances en el que detalla esta capacidad de los delfines, una característica que tiene un importante recorrido evolutivo. “Es importante porque los delfines son los primeros vertebrados que han demostrado tener reconocimiento social solo a través del gusto” en lugar del más típico olfato, explica el autor principal del trabajo, Jason Bruck, de la Universidad de Saint Andrews. “Este es un nuevo concepto en nuestra comprensión de la biología sensorial gustativa y destaca lo poco que sabemos sobre este sentido en general”, añade este especialista en inteligencia animal.


Esta aptitud de los delfines no se queda ahí. Porque los investigadores comprobaron que los ocho animales con los que experimentaron eran capaces de conectar la información gustativa que recibían de los orines con las vocalizaciones características de cada animal.

Los delfines tienen una vocalización única que los define, una firma acústica, un silbido que funciona como su nombre, por el que los demás miembros del grupo les reconocen y repiten. Como cuando una persona se presenta diciendo su nombre, “Ana”, y los demás repiten “Ana” al verla. Y los animales de este estudio identificaban que ese pis se corresponde con esa firma acústica. Es decir, usan los dos sistemas para reconocerse entre ellos y, lo que es más decisivo, para pensar en ellos cuando no están presentes.


Desde una perspectiva evolutiva, significa que los delfines pueden “rastrear mentalmente a otros individuos, incluso cuando no están cerca”, explica Bruck. “Eso es adaptativo porque permite a los delfines recordar a otros con los que se han asociado con éxito, así como a los ejemplares con las que tuvieron malas experiencias en el pasado. Algo importante para un animal conocido por sobrevivir gracias a sus alianzas”. Por tanto, los delfines demuestran una inteligencia extraordinariamente compleja: la de hacer planes con otros compañeros, incluso cuando no los tienen presentes.

Delfines cotillas

Además, y esto se sabía ya, pueden recordar el nombre (la firma acústica) de otro delfín al que llevan 20 años sin ver, oír o saborear. Esto significa que los delfines “también podrían ser capaces de hacer referencias a un tercer delfín, refiriéndose a los delfines in abstentia”, propone Bruck. Es decir, que pueden hablar de otro delfín que no está presente, como quien cotillea sobre alguien o planea quedar con un tercero.

“Como los delfines pueden silbar sobre delfines que no están inmediatamente en el grupo en ese momento, tienes el mismo potencial de contemplación sobre las personas que podrías tener cuando un humano dice el nombre de otra persona que no está en la habitación”, explica el investigador, asombrado por este sistema de reconocimiento social acústico similar al de los humanos.

“No todos los días los científicos encuentran evidencia del uso de señales similares a sustantivos en un sistema vocal no humano. Eso es bastante emocionante”, reconoce. Repensar el pasado, imaginar el futuro, etiquetar mentalmente a otro animal con el gusto y el sonido, proyectar planes, hablar de otros que no están presentes. Y sin dejar de juguetear en los mares, que diría Adams.


Los investigadores no saben exactamente cuál es el mecanismo que permitió a los delfines desarrollar esta habilidad, pero se plantean alguna teoría probable. Porque los mamíferos marinos son animales que, después de desarrollar una vida en tierra, decidieron migrar de vuelta al mar, cambiando unas capacidades por otras. “Los delfines han perdido gran parte de las estructuras cerebrales alrededor del sentido del olfato”, apunta Bruck, y, sin embargo, “algunos caminos permanecen en los tractos al cerebro. Estos podrían haber sido cooptados por el sentido del gusto para este propósito”.


Esto es, es posible que permutaran la facultad cerebral de reconocer a los demás con el olfato por la del gusto. Y lo que tienen más disponible, como los perros. Lo que tampoco se conoce es si los delfines orinan con vocación social, como hacen los canes en árboles y farolas. O si lo fuerzan, en cierto sentido, ya que los delfines inspeccionan la zona genital de los demás. Y es posible, reconoce Bruck, que al hacerlo le den un golpecito con el que reclaman un poco de orina que degustar para quedarse con su nombre.

Fuente: El País.-

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