Las lluvias que han provocado inundaciones en la región Norte, además de las casas y carreteras afectadas y las vidas perdidas, han devastado las principales zonas de producción de alimentos de la República Dominicana. Pero lo peor aún no llega.

Los frutos que estaban de provecho están siendo aprovechados. Pero las plantaciones que deberían producir alimentos para los próximos meses están destruidas; y tomará tiempo restablecer esas grandes áreas de producción.
La escasez traerá consigo aumento de precios. Y en una población que el dinero no bien le alcanza para comer, implicará una situación muy delicada.

El Gobierno se verá obligado a aumentar la importación de alimentos. Como afuera no se paga con pesos sino con dólares, disminuirá nuestras reservas de divisas, motivando un alza del dólar y una consecuente destabilidad económica.

Estas situaciones van a provocar un periodo de incertidumbre y desesperación. Lo cual, ante un Estado de débil institucionalidad, no se sabe dónde pueda llegar a parar.

Una salida del Gobierno es aprobar préstamos para mantener las reservas de divisas; pero esto aumentaría nuestras deudas, y por ende los intereses y el pago de capital, contribuyendo a acelerar aún más el círculo vicioso de déficit-endeudamiento. Que aunque parece no tener fin, sí lo tiene, y está más cerca de lo que podemos imaginar.

El Gobierno ahora declara el estado de emergencia, lo cual permite al Poder Ejecutivo abreviar el proceso para la asignación de obras y burlar los ya débiles controles de fiscalización. Por otro lado, la asignación de cuotas de importación de productos agrícolas le hace agua la boca a los buitres, que se aprovechan sin compasión de la miseria de los demás.

Pero más allá del festín de populismo y corrupción que se avecina, hay un pueblo que ya no aguanta más.

La naturaleza humana es invariable, la historia universal deja claras enseñanzas, que a veces los gobernantes olvidan.

Lo peor de las lluvias aún no ha llegado, pero llegará pronto, con consecuencias algo previsibles, pero incalculables.

Por Claudio Caamaño Velez
@ClaudioCaamano

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