El lunes pasado, con motivo de la publicación del artículo “El marido que nunca una mujer debería elegir y el que sí debería elegir”, la lectora Yudi, me preguntó vía on line lo siguiente: ¿Y aquel hombre que anda de discoteca en discoteca, que sale los fines de semana a tomarse unos tragos para despejar la mente, en qué tipo de marido se puede poner? Otra pregunta que recibí  vía correo electrónico  del lector Moisés Mora, fue la siguiente: ¿Y qué tipo de mujer es la que uno no debería elegir para casarse?

Bueno, Yudi, ese tipo de marido que describes en tu pregunta no estarías muy despistada si lo colocas en el #1, es decir, entre los maridos bebés o  “caco e maco”.  Si leíste despacio el artículo, seguro recordarás  que dije que los “caco e maco” tienden a ser parranderos, siempre están listos para un can o “jugada”, gastan mucho en diversión  pero poco en las obligaciones del hogar  y con frecuencia al final de de los primeros 12 a 15 años de matrimonio, es cuando empiezan poco a poco a asumir los compromisos que conlleva sacar adelante una familia de un modo responsable y positivo, aunque rara vez  llegan a ser esposos completamente eficaces. A esa clase de hombres  en España les llaman “maridos pasotas” y en Estados Unidos de América, “happy husband-party” (maridos siempre listos para la diversión a todo dar pero que se muestran indiferentes con los problemas y necesidades propios de una vida matrimonial, no les preocupa enfermedad ni el rendimiento escolar de los hijos y tampoco las deudas que se acumulan).

Y ahora respondo la pregunta de Moisés Mora. “¿Y qué tipo de mujer es la que uno no debería elegir para casarse?”

Casarse y llevar adelante exitosamente una relación de pareja, un matrimonio, es relativamente fácil y halagador siempre y cuando el hombre y la mujer comprendan la magnitud, las satisfacciones, los beneficios, pesares, restricciones, libertades, metas y obligaciones que conlleva. Pero cuando una u otro se unen como pareja conyugal creyendo que el matrimonio es un “ñame”, como dice el vulgo, porque casi todo consiste en “sacar la mano y ahí está”, tal como decía la vaporosa bachata que cantaba  El Solterito del Este, o bien, la mujer se casó fiándose en todas las promesas recibidas de que obtendría una felicidad total la vida entera, entonces  el matrimonio se convierte en una empresa difícil de llevar a cabo.

Los terapeutas familiares decimos que un hombre debe “sacarle el pié”  a los siguientes tres tipos de mujeres para formar una pareja  conyugal porque las probabilidades de que la unión fracase son bastante altas. Ellas son:

1) La mujer tipo “fósforo” o “la fosforera”.  Casi todas sus conversaciones giran  en torno a  un chisme que  ella inicia, lo provoca, lo acelera y lo disemina. Pocas veces entiende correctamente lo que oye, ve o lee; todo lo distorsiona. Como es una mujer afectada de psicoticismo,  es insegura, mal interpreta todo, es suspicaz y celosa en extremo. Se pelea con vecinos, corrige muy mal  a  los hijos o es despiadada con ellos. Es la mujer capaz de agredir o matar al marido o a la mujer con quien lo cela.

Pedro Mendoza
2) La mujer tipo “medallita de oro”. Es aquella que adonde quiera que llega, ya sea a una reunión de amigos o vecinos, a la discoteca, una pizzería, al supermercado o a la iglesia, hará todo cuanto pueda, incluso hasta cosas radículas, con tal de que cada hombre que allí esté fije su mirada en ella. Si trabaja en una empresa privada o pública, dedica más tiempo para ir al tocador y a recorrer una y otra vez los pasillos en busca de miradas, piropos y toquecitos indiscretos masculinos, que a las labores propias de su empleo. Solo se cree que “vale lo que pesa”, si todos los hombres la desean y la aprueban. Está más pendiente de gustarle a sus posibles admiradores que de su casa.

3) La mujer “ludobebepática”. Esta clase de mujer se caracteriza porque les gustan todos los juegos de azar o de apuestas, lotería, casino y hasta el juego de “recoqueo”; también el vino, el whisky, la cerveza, el tequila y el romo. Esa mujer es capaz de cualquier cosa cuando necesita dinero para jugar. Casarse con ella tiene el riesgo de que un día ‘apueste’ al mismo marido si le dieran dinero por él. Antes de proponerle matrimonio, pregúntele primero qué clase de tragos son sus preferidos,  cuáles son sus números abonados y a cuantos billeteros y riferos conoce.

El autor es Psicoterapeuta familiar Centro Médico Cibao-Utesa

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